domingo, 30 de mayo de 2021

Hace tiempo...

 Hace mucho tiempo que pienso en escribir de manera concisa algo en prosa referente a poemas de verso libre que iré publicando, o bien de cómo han ido cambiando y manteniéndose percepciones acerca de la vida.


 No obstante, que también pienso que lo más difícil es empezar y enfrentarse a esa pérdida de intimidad cuando uno sale de la coraza de nuevo, creo que por mucho que deseemos hacerlo bien, todo siempre es fácil de corregir o evolucionar. Lo que hoy nos parece amarillo luego nos puede parecer negro y después obsoleto.


 Pero no pasa nada. No he venido aquí a contar por el momento un drama (que ya tenemos bastantes). Estoy aquí porque un sueño que tuve en 2018 me sigue taladrando la memoria. Al final parece que todo es eso, un cúmulo de sueños, pesadillas o incluso, sueños lúcidos.


 Esto que me apetece escribir aquí hoy simplemente fue un sueño que me marcó muchísimo, no por la realidad que suponía -que para mí es ciencia ficción- sino porque de alguna manera me afectó a mi forma de tomar decisiones en la vida, como si fuera a acabarse muy pronto.


 Allá por 2018, justo después de terminar mi viaje de presentación de "La prisa mata" y antes de irme a Madrid, soñé que el sueño empezaba con unas andanzas por Madrid con un cantautor al que apenas conocía. Dimos un pequeño paseo, tomamos algo e íbamos de camino a no recuerdo dónde. La cosa curiosa fue lo que pasó después en ese mismo sueño.


 Yo no recuerdo si me meé en el sueño, o me meaba, pero tenía que ir a casa a cambiarme o a ir al servicio. Continuando aquel sueño, seguía andando en busca de ese amigo y resulta que ya no estaba en Madrid, estaba en Salamanca. 


 Muy curioso ahora, viendo cómo he ido encauzando la vida...


 Continué caminando y de repente vi algo en el cielo que no comprendí: había un helicóptero volando de maneras muy extrañas, como si tuviera poderes de levitación y dibujos en su trayectoria que la física a mi alcance no comprendía ni podía explicar. Para más inri, aquel helicóptero no tenía hélices.


 A una altura digna, sobre mí, se paró en seco después de llevar velocidades inexplicables, atónitos mis ojos de aquel sueño tan extraño escuché una voz en mi mente. Sí, una voz en mi mente, porque era como si de alguna manera lo que hubiera en el helicóptero podía comunicarse conmigo pero no de una forma humana comúnmente conocida. Yo decidí pensar que me hablaban telepáticamente.


- La estáis liando mucho, os estáis cargando el planeta. Están de camino 8 naves, llegarán en 5 años -me dijeron.


 Yo, más tranquila que un cactus en un desierto, también respondí telepáticamente:


- ¿En 2023? Oh, cielos, por favor. Llevadme con vosotros, a mí esta gente no me representa. 


 Desde que desperté con el corazón que parecía que iba a Oceanía y volvía a mi cuerpo, no sentí que la historia fuera real, ni mucho menos que unos extraterrestres o lo que fueran comunicándose conmigo telepáticamente fueran a salvarme.


Solo hice la suma: 2018 + 5 = 2023. 

 Y desde entonces de algún modo sentí que tenía que saber lo que era vivir en Madrid. No por el deseo que cualquier otro cantautor hubiera tenido de tocar en todos los bares, ni de llegar a algún lugar con su música. Para mí lo único importante era aprender a moverme y a tener un trabajo siendo mi propia jefa en una jungla como Madrid. Lo que más sentí que debía aprender no era a sobrevivir, sino a adaptarme.

 Para mí lo fácil hubiera sido encontrar una cabaña en mitad de cualquier monte. Así que en 2020, dadas las circunstancias, dejé temporalmente Madrid.


 Guay, me quedan 2 años.

¿Y tú, qué querrías hacer?

40. La pantomima de la cuerda.

 La pantomima de la cuerda: Cuando no sabes si estás trepando o si tiras de ella hacia arriba con un peso atado. Si trepas, vas viendo mover...