Llevo varias horas pensando que los domingos que no publico escribo con más calma y más concentración y, en cambio, los domingos que quiero publicar, se me va de las manos y acabo escribiendo bastante peor.
Antes tenía blogs que llevaba de forma completamente diferente, eran un caos y desorden completo. Publicaba poco, sólo cuando me pasaba u observaba algo que me hacía meditar sobre ello.
A veces me pregunto si era mejor aquel método caótico, puede que sí. No sé cómo llevaré pasarme por aquí este año, quizás siga el mismo método de escribir lo primero que pienso al despertar o cuente cosas diferentes, mucho más centradas en lo que estoy trabajando en la cueva. Pero sí me apetece añadir algo más, si tengo tiempo para ello, es algo que puede ser interesante.
¿Por qué llamar a esta entrada “...”? Porque a veces pasan tantas cosas por mi cabeza al despertar que no hay una frase concreta. Lo primero que hago es el ejercicio de acordarme de los sueños, a veces son graciosos, a veces bonitos y a veces inquietantes. Y luego pienso cosas sobre la sociedad, qué nos gusta de ella y qué podríamos mejorar. Pero la triste realidad es que podemos cambiar muy poquitas cosas a nuestro alrededor, más allá de conversaciones enriquecedoras, resulta más fácil aprender e intentar ser mejor persona cada día desaprendiendo cosas culturales heredadas que están mal en la sociedad desde dentro que tener conversaciones que a veces resultan tan productivas como hablar con una pared.
A este año prefiero no ponerle propósitos que no van a llegar a cumplirse y sólo nutro la ilusión por las cosas que sí están al alcance cumplir. A nuestro alcance está hacer algo que nos haga tener una vida sana, pero no lo está montarnos castillos en el aire. Todos somos diferentes, con nuestras perspectivas y nuestros ritmos de vida. Supongo que para estar bien con uno mismo hace falta saber escucharse y seguir tu propio ritmo. No todos necesitamos el mismo ritmo para ser felices y esto es importante tenerlo en mente: normalmente, las personas que nos fijamos en las pequeñas cosas tendemos a un ritmo más lento y el ajetreo nos genera ansiedad.
Este año sólo voy a proponerme saber escucharme, saber lo que necesito y no tener miedo a verbalizarlo. Debería recuperar un hábito que tenía: a veces me escribía cartas a mi yo del futuro y las escondía para que cuando me las encontrase, conectara partes de mis recuerdos que se quedan en el olvido con un presente que desconocía. Siempre he creído que para evolucionar y saber dónde vamos es necesario saber de dónde venimos. Llevo meses trabajando en ello y es algo que ayuda mucho para estar en equilibrio con uno mismo.
No ayuda que preguntemos a los demás cosas que pueden remover más de lo que creemos o demos consejos que no nos han pedido. No ayudan los interrogatorios. Creo que deberíamos practicar simplemente el hecho de preguntarnos con total honestidad y escucha:
¿Qué tal estás?
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