domingo, 27 de noviembre de 2022

35. El fantasma de la casa.

 




Desde que, una noche, el perro del vecino se quedó ensimismado durante horas mirando algo que nosotros no atisbábamos a adivinar, todo se ha vuelto extraño en esta casa. Otra vez, como cuando llegué en 2020. Me suceden cosas y percibo cosas, es como si Casper – como llamo yo al fantasma de esta casa – estuviera molesto por haber sido descubierto.


Llevo varias mañanas oliendo a chimenea en mi habitación, que es una alcoba en la que no entra el olor de la chimenea. Y en el pasillo, por donde debería venir el olor, ni rastro de él. Me parece demasiado rimbombante pensar que se cuela el aire de la chimenea de los vecinos por alguna grieta del suelo, pero tampoco sería imposible.


Mientras escribo esto me doy cuenta de que me ha picado una araña en la muñeca, estoy viendo los dos puntitos con sangre y tiene un “picaduele”. No sé en qué momento me ha picado, tal vez Cásper no quiera que hable de él, y cuando lo hago se enfada.


Ayer el calentador hizo un ruido extraño y, teniendo en cuenta que es nuevo, me sobresaltó. También he visto dos escolopendras en estas semanas. Por estos lares no es habitual que habiten escolopendras, ¿estamos todos volviéndonos locos? 


Mi chimenea funciona rara, prende muy bien y da mucho calor, como siempre. Pero a veces no tira. Aún con el tiro muy abierto, le entra la vagancia como a quien va tirando por inercia en la vida sin saber ni dónde quiere ir. Esa es mi chimenea, la inercia la lleva pero si te olvidas de ella se duerme. 


Lo peor no es esto. Lo peor es que Pingüina, por lo que he podido comprobar en sus “cosas”, vuelve a tener parásitos intestinales. Otra semana que me vuelve a tocar ir a por pastillicas para las dos. Pero tampoco es esto lo peor...


Estos días me había armado conmigo misma, para atrincherarme en el silencio más vasto, ese donde no hay ni películas, ni series, ni música. Ese donde sólo viajas con libros, grabas tu musiquita, escribes sin filtro en tus papeles y dejas que el humo del cigarro se consuma cada vez en menor frecuencia. 


¿Por qué en menor frecuencia? Porque estás en paz, has dejado de abrir twitter y ponerte enferma con la mediocridad del odio y la ignorancia totalitaria opinando como si del recreo en el colegio se tratara. No, Menganito, pide perdón a Fulanito, le has hecho mucho daño y eso no se hace. Pero la gente no pide perdón. Y hace daño a conciencia. Nada más rastrero que usar a las víctimas como moneda de cambio en sus vilipendios, cuando la verdad está ahí si las escuchas a ellas.


Qué paz da el silencio. Tanta que, sin darte cuenta, al cepillarte los dientes te has dado un golpe con el cepillo. En la encía. No, no sangré, pero han pasado días y aún me duele. No, no me he puesto hielo, tampoco he ido al dentista, quizás espero en silencio, sentada, mirando al cielo y dialogándolo con Casper. 


  • Mira, tío, ya vale. Puedo convivir contigo pero deja de torcerme las cosas. Voy a recriminarte toda la vida el otoño en el que me intoxiqué, me rebané un esquinazo del dedo pulgar, había una plaga de bichos descomunal que parecía esto el descenso al infierno...



Me estoy imaginando ya sin un diente de las palas de abajo, con el boquete y los dientes torcidos, hablándote como si yo misma me hubiera convertido en Casper y tuviera todo el cuerpo gris engangrenado. Camino lento, voy hacia ti con las manos avanzadas hacia delante en horizontal, perpendiculares con mi propio tronco. Hay luz pero no te veo, repito como una posesa:


  • “Estoy haciendo mis proyectos,

    necesito calma, necesito paz, silencio”. 

Pero las bombillas en esta casa también deciden que hoy es el día perfecto para fundirse y que es domingo y tengo que estar con velas.


Casper probablemente no exista, creo que siempre me decanté por el agnosticismo. Pero a veces creo que los lugares que habitas te hablan, que cuando no les gusta cómo estás tratándote a ti mismo, te dan un sopapo en la cara diciendo “espabila”. 


Y entonces, un día, saturado de todo y entumecido de tantas cosas negativas de golpe, clamas al techo que por favor pare ya, que basta. Que necesitas ese positivismo y el sonido de tu risa desde por la mañana.


De momento todo va teniendo solución, a partir de mañana, eso está claro. Los domingos la vida no se puede arreglar. Así que vamos a reírnos y a hacer enjuagues de agua hervida con bicarbonato.


Sobre todas las cosas, voy a reírme, porque si no voy a llorar hasta la semana que viene.


PD: se me acaba de romper la batidora. Se me están acabando los polvorones. 

domingo, 20 de noviembre de 2022

34. Sueño dentro de otro sueño.

 




Yo te he escrito esto escuchando este disco.

Imagino que las series o películas que vemos afectan en nuestros sueños. Esta semana estaba pachucha, así que me comí 1899. Esta mañana, al despertar, me sentí frustrada. Cuando te despiertas de un sueño en el que tratas de contarle algo a los que están en tu realidad y te despiertas es como si te tirasen a peso de plomo sobre la cama. 


Mierda, ya no puedes decírselo. 


De pequeña una vez soñé que mi prima y yo estábamos construyendo pirámides, y ella mandó construir una sobre el pico, con la base por arriba. Antes de que pudiera decirle que estaba mal, que eran al revés, me desperté. Nunca olvidé ese sueño porque me fastidió no poder decirle eso en el sueño, y eso que era una niña.


He ido al baño, he pensado en ponerme la misma ropa para pintar de los domingos, a ver si este es el de verdad y arreglo un par de cuadros. Pero me he mirado los pies al salir del baño: el pijama amarillo y las primeras zapatillas que he pillado para atravesar la casa a 14 grados para ir al baño. 


Y me ha terminado de venir el flash del sueño tan raro que he tenido, en el que había un sueño dentro de otro.


Primero estaba con una amiga, en distintos lugares se iba repitiendo ese sueño raro. Primero era un lugar lúgubre, luego un museo, luego una calle llena de charcos enormes... Siempre íbamos una amiga mía y yo, y nos encontrábamos con otra. Esa otra, de algún modo se sentía atrapada en un lugar donde no quería estar.


domingo, 13 de noviembre de 2022

33. Os odio a todos.


Domingo de despertarte a las 7:30. 


De que aún sea de noche, porque para el resto de la península son las 6:30.


Ayer me dije que no, que no quería otra lata.


Hoy tengo la cabeza como una pelota de gas butano.


A punto de estallar, claro.


Te levantas a beber agua y dices: es domingo, me quiero ir a dormir otro rato.


Das vueltas, pides a un dios en el que no crees que llegue el mediodía para comerte tu plato de pasta de los domingos.


Vas al baño, te meas como un niño pequeño que nada más salir de viaje pregunta que cuando llegamos a la playa. En mi caso eres tú, pero ni tú lo sabes, ni yo tampoco.


Vuelvo a beber agua y abro la nevera.


No sé por qué no compro nunca algún precocinado, soy esa clase de persona que desayuna salado sin ningún tipo de culpa.


Me echo un rato más.


Son las 8. Escribo en whatsapp “resacón padre”. Pero es mentira, no es de las peores. Sobrevivo.


Me he tomado un café y estoy escribiendo con el ordenador en la cama.


Me duele el meñique, miro, otra maldita ampolla. No sé qué le pasa a este dedo, va a su bola como si fuera un novato por la vida en general. Ni con toda su experiencia en instrumentos de cuerda quiere ser un tipo normal. Tiene que ir dando el cante, que parezca que nunca ha pisado a nadie, el metal frío le abre en dos y dice que no podrá sobrevivir sin quemarse.


Tengo ganas de levantarme a por mi segundo café. He abierto las ventanas de noche y hace ya un rato que ha amanecido, como cada ritual diario. Me parece un regalo poder ver amanecer, me gustaba cuando iba al instituto y era aún de noche. Bueno, al instituto no me gustaba ir. Siempre me pareció un lugar lleno de mamones y pelotas sin mayor aptitud que la buena memoria.


Yo nunca tuve buena memoria. Por eso los odiaba a todos. 


Siempre, desde niña, me sentía como una extraterrestre.


Nunca sentía que fuera una más de la especie, ¿quiénes son esas personas de mi edad? Hablan raro, y le dan demasiada importancia a que los pantalones me queden cortos. 


Pero no se me olvida que nunca puedes encajar en un sitio al que nunca has sentido que pertenecieras. Eso implica cambiarte, y pertenecer a esa especie poco común de seres extraños es todo un privilegio.


Y ahora me voy a dormir un rato.


El día soleado, me despido de Lorenzo y le digo que voy a echarle mucho de menos esta semana con demasiados días grises y lluvia continua. 


Preparo montones de leña. Me abrigo, aunque esté sudando, para no quedarme fría.


Miro al sol y calculo lo que queda para que caiga, ya llevo varios días pendiente de su caída. Observo su belleza naranja.


Intento grabar una cosa


Creo que todo últimamente lo hago a medias, medio bien, medio mal. 


Me ponen nerviosa los “ahora o nunca”.


Esto me hace pensar en la avispa de ayer. Estaba posada en el cristal, sin atisbo de movimiento, más allá de observar sus dientes. Me miraba mientras le hacía una foto, yo salí y entré sin miedo, bastante tranquila.


  • Sí, es una avispa, pero la verdad es que está tan tranquila que parece cualquier otro ser vivo que no me dé miedo. Ya he visto una que entra en casa por la noche y por la mañana, al levantar persianas, la pierdo de vista sin enterarme de por dónde entra y por dónde sale.


Con las avispas todo es un "ahora o nunca" constante. Si paso cerca igual me pica, mejor espero a ver si se va, no, pero no tengo tiempo, el sol no espera por mí. Mira, no creo que me pique, voy a salir, me la juego. No pasa nada. Sigue ahí, se mueve poco, me mira, pero no hace nada.


Yo creo que se va a morir. Hasta me dan ganas de acariciarla la cabecita, por primera vez una avispa me parece adorable. No me da miedo estar cerca de ella, miro sus colores y no me ponen en alerta, podría ser azul nácar. 


domingo, 6 de noviembre de 2022

32. Mi trompeta es plateada.

 


Escucha esto en bucle jiji

Llevo 3 clases de trompeta.


Cuando salí de la última clase a veces me salía el Do agudo y a veces no.

Salí de clase con la lección 3 medio tocada, sin saber del todo por dónde me iba el dominio de tocar notas a conciencia. 


  • Voy a por el Sol, que voy, eh. El Do grave también me gusta mucho, pero ay, cuando te sale el Sol. ¡Te sale el Sol!



Hago un poco cosas raras con los labios, los relajo, los pongo de una forma que no soy capaz de visualizar, pero lo siento en los labios, reconozco la vibración y los relajo dejando que parezcan un papelico vibrando. El trabajo del diafragma ya es otra movida, no me responsabilizo de si suena muy fuerte.


Esta semana he agarrado la trompeta con más ganas. Tanto, que he comido el ir leyendo desde la lección 3 hasta la 8 por mi cuenta y riesgo. Lo más guay no es que voy descubriendo notas nuevas, no. Es que descubrí el “Si b” por accidente y probando a soplar de oído “Byebye, Billy” de Iseo. 


Paparapapa paraparapapaaaaaaaa


Paparapapa paraparapapaaaaaaaa


Paparapapa paraparapapaaaaaaaa


Venga, va, ¿a tempo?



Yaaaassssssssssssssssssss.


¿Y yo por qué no he empezado a ir a clase de trompeta antes?



Qué ganas de ir encontrando un sonido bonito, caray. Pero sin duda hoy, domingo, que el cielo está despejado, brilla el sol, hace frío y quiero salir a correr, tengo alegría. Alegría porque estoy consiguiendo tocar más de 8 notas en la trompeta, después de salir de la tercera clase. Que algunas suenen aún a elefante no es mi responsabilidad. Jsjsjsjsjs. Alguna vez me pasa con el Do agudo.



Da igual la edad que tengas, no dejes nunca de intentar aprender cosas nuevas, o bien en formación, o como persona, o como lo que quieras. Nadie es lo suficientemente viejo para ser un sabio ni lo suficientemente joven como para ser un necio. No importa si somos rápidos o somos lentos aprendiendo nuevas cosas, la estimulación de aprender algo diferente para mí no tiene palabras. Trompeta, gracias por sacarme de una apatía como un pantano de grande.


PD: Ve al cine a ver “Los renglones torcidos de Dios”. No digas que no te avisé.

40. La pantomima de la cuerda.

 La pantomima de la cuerda: Cuando no sabes si estás trepando o si tiras de ella hacia arriba con un peso atado. Si trepas, vas viendo mover...