domingo, 27 de junio de 2021

5. Pero no pasa nada.


Este domingo ha comenzado de un modo extraño, pero para comprender mejor lo que quiero decir, voy a recapitular brevemente...


- Inciso, he cambiado la tipografía porque me gusta muchísimo más esta, espero que no sea un drama a la hora de leer-


He de confesar que el inicio del domingo me ha resultado como si alguien me planchase desde el rostro hasta los pies. Pensaba que una ducha me despertaría y dejaría menos obtusa, pero entre el antihistamínico, la inminente llegada de la "monstruación" y la ducha, me he quedado como una pasa con patas que se arrastra de la dicha a la ducha y de la cocina hasta la purpurina imaginaria.


Mientras comía y ponía los garbanzos a cocer me daba cuenta de que esta semana ha sido particularmente grotesca en cuanto a sueños se refiere. Desde personas del pasado que me hicieron mucho daño y que es mejor que se queden en el pasado, como también una persona que ya no está. En este último sueño recuerdo algo así:


-¡Venga!-. Me exclamaba mientras me retiraba el plato de comida. 

-Pero... Si estoy mojando el pan en la salsa, no me lo quites, jo... -sería su cara, pero su actitud era totalmente diferente. Nada que ver con ella.

-¡Tenemos que irnos, ya!


Me desperté. Me desperté y pensé que dónde tendríamos que irnos tan aprisa... 

En otro sueño veía a un pieza del pasado con el que tuve la aventura inesperada de compartir piso. Uno de tantos piezas, para qué mentir. En el sueño aparecía, me sorprendía de verle pero es que alrededor había gente hablándome muy pesada, eran casi todos viejos verdes babosos y otra gente con cierta estela de aires turbios. Cogí las llaves de su casa y huí a su madriguera. Total, mejor lo malo conocido que lo bueno por conocer... 


Y antes de aterrizar en el día de hoy, soñé con un amigo con el que he tenido la suerte de compartir momentos desde Salamanca, hasta Zaragoza y Madrid. En el sueño me decía algo así como:

-Titi, hace mucho que no marujeamos, ¿qué tal vas?- me decía él.

No recuerdo muy bien el resto del sueño, pero al despertar me di cuenta de que hoy era su cumpleaños. Menuda casualidad, son estas cosas raras que pasan y te conectan con las personas de otro modo...


Estos sueños raros me dejan un poco KO. No sé realmente si esto le pasa mucho al resto de la gente, a mí a veces lo sueños me resultan tan reales que no soy capaz de volver a la realidad algunos días. Y bueno, como sueñe contigo y me hayas hecho algo malo en el sueño, ya puedes decirme durante el día que me quieres un montón, que voy a estar de morros todo el día y no por ti, sino por la sensación que esos sueños han dejado en mi cuerpo al despertarme. 


Esta semana twitter está que regala más odio e ignorancia que nunca. Es una penica, me dan ganas de borrarlo definitivamente. Total, a mí twitter hace años que dejó de parecerme un lugar agradable y no uno hostil. 

Me han quedado unos garbanzos tan blandicos que me sale como un poquito dignidad en centímetros.


Lo más difícil de la semana fue el momento de sentirme como un pollo sin cabeza una vez más. Pero no en el sentido peyorativo del estrés, sino de sentirse inútil y ser hasta graciosa. Estaba anocheciendo y regando las plantas un día de diario. Me topé con una enredadera que hacía mucho que no regaba y como ya habían pasado las tormentas era el momento indicado de regarla. En resumen, resulta que al mojar con la manguera el tiesto de la planta, comencé a ver a 3 gorriones muy pequeñitos salir corriendo, del mismo modo que yo me sentí un pollo sin cabeza. Les había asustado y ellos aún no sabían volar, solo sabían correr con las alas estiradas y caerse hacia los lados... Corrí a cerrar la manguera para no liarla y me puse a buscarlos con linterna y mucho cuidado de dónde pisaba mientras se iban apagando los últimos tintineos de luz solar. Solo conseguí encontrar a uno, estaba muerto de miedo y como no quería apretarle entre las manos se me escapó dos veces intentando volar.  Encontrarlo la última vez resultó difícil porque se escondió entre unas matas silvestres y buscarle era como buscar una aguja en un pajar mientras cuidaba dónde pisaba. Finalmente decidí cogerle y ser firme haciendo cavidad con la mano arriba para que no saliera pero sacara la cabecita. Le dejé al lado de su nido. Y vi como su madre estaba piando en su búsqueda. Pero ya no podía tan a oscuras seguir buscando a los pobres pequeñajos, o no los encontraba o podía pisarlos. Al día siguiente ninguno de ellos estaban. Quizás me dejé llevar por las ganas de devolver al pequeñín con su mamá y a lo mejor hubiera sido más saludable para su destino haberlo alimentado por la noche y mover su nido a un lugar más alto para que su madre lo encontrara al día siguiente.



A veces, con los nervios, no actuamos con cabeza. Probablemente fueran esos tres polluelines alimento de gatos aquella noche. Sin duda alguna sentí en primera persona ese desastre que es el ser humano, que destroza todo lo que toca a su paso. Lo mío fue un accidente, sin duda no iba a espantar a esos gorriones de forma premeditada, sé que otra persona no hubiera ni dedicado esa hora que estuve con linterna buscando a los 3. Me dolió mucho. Aquí se ven gorriones, tórtolas, golondrinas, estorninos, hay cigüeñas, avutardas... En épocas de migración se ven pasar las bandadas, también se escuchan las aves nocturnas...



En el campo el silencio es otra cosa. El silencio no existe si no te vas al espacio. Pero el silencio en el campo es tan bonito y transmite tanta paz que da igual si es domingo, lunes o miércoles. Porque trabajas igual, aquí no existe el domingo de descansar de proyectos, ni tampoco existe el lunes de estrés a las 9 de la mañana. Tampoco existe el viernes y el sábado de salir a darlo todo y beberte hasta el agua de los floreros. Aquí la música de las aves es continua y calma y, si un miércoles quieres hacer tu propia fiesta en casa, puedes tomarte unas cervezas, ponerte música y bailar un rato en el salón o tomarte la vida con más lentitud y plenitud. 



Sobre el silencio y la soledad hablaré otro domingo. Hoy solo me apetecía decir que esta semana ha sido muy rara, pero no pasa nada. 


domingo, 20 de junio de 2021

Domingo sin más. Volad, pajarillos.

 


Este domingo no he podido evitar abandonarme a una abstinencia emocional y pensar en lo rimbombante de esta semana. Mientras el viento se levantaba fuerte en la mañana y dejaba de llover, mi alergia se convirtió en nariz taponada y tos, como si fuera un catarro, a las horas comenzaba a hacerme efecto el antihistamínico. Mientras mi nariz se liberaba tanto como el viento mi sueño se acrecentaba. Hoy me levanté a las 6:30.


Me acordé de cuando el mismo día amanecí con la cuenta vacía por unos cobros de comisiones del banco y con la cuenta de Tinder eliminada por la propia app por incumplir sus términos. Yavestruz, he contactado con cuentas como la mía en el pasado, sin fotos de perfil más que anónimas. Esta última vez parecía gente educada y volátil como yo, pero todo esto lo dejaré para las diversas entradas que publicaré hablando de lo #strinderthings que puede ser tinder.


Visto desde hoy domingo, me ha parecido de lo más gracioso. ¿Que me han borrado la cuenta? Pues ya ves tú, no me cambia la vida. Entré por curiosidad y por darle un punto final a lo que quiero contar sobre mi forma de percibir a estos humanos vía internet.


La verdad es que hoy pensé fuertemente en aquello de dejar que un día te pese y no hacer nada, y que no sientas ninguna culpa. Joder, es domingo, podría descansar como la mayoría, que por un día no pasaba nada. A veces cuando liberamos la mente de repente nos salen las cosas como queremos, sin ese bloqueo.


De repente me dio una neura a las 18 horas: 


  • ¿Por qué no me corto el pelo? – me pregunté.



Pues ya está, ya he hecho algo el domingo. Me he cortado el pelo y, como el domingo la tienda de este pueblo está cerrada, obviamente, he cogido el coche y he ido a por tabaco a otro pueblo a un bar y he aprovechado para ir a ver a mis padres. Qué tortilla de patata más rica, mi padre me ha dado un tarro de mantequilla natural, sin sal ni azúcares, y una tableta de chocolate negro.


Puede que si hubiera escrito esto esta mañana sería más metafórica o estaría en otra onda, pero no contaría situaciones cotidianas como esta, que a veces se nos olvida. A veces nos olvidamos. Es domingo. ¿Qué más da descansar un maldito día en la semana?


Pues eso, fuerza para la semana. Esta irá mejor. Cada vez que estoy con mis padres hablamos de mi abuela, la recordamos de forma bonita. Aunque ya no esté aquí, sigue conmigo siempre. Hoy han visto a un conejito cerca de donde ella descansa. Me he acordado mucho de Bigottas y hemos sonreído cuando les he recordado lo que adoraba Bigottas la sandía en verano. En realidad la familia que vuela nunca se va del todo cuando la recordamos todos los días. 


Me gusta imaginar que mis bichitas están en el regazo de mi abuela, mientras sigue leyendo libros allá donde esté, con el abuelito. Volad alto, pajarillos.


También he recordado un "poema" que escribí hace un año. Siempre comillado porque tampoco me considero poeta, ni escritora. Dejo aquí el enlace. Brindo por lo que fue, lo que pudo ser y lo que no fue.  Lo que importa es lo que sentimos.


Obsolescencia programada


lunes, 14 de junio de 2021

3. Los cambios.

 Este domingo amanecí a las 8 y escuché el despertador. Tirirí-tirirí-tirirí...

Me llevé las manos a la cabeza:



  • ¡Mierda! No me tomé el antihistamínico.



Llevo 2 horas estornudando y moqueando, con picor de nariz a ojos. También he mirado una mesa pequeña como si volviera a ser niña y encajara sus piezas de nuevo, junto a la ventana. Así que la he limpiado y me he sentado ahí, acurrucada, con mi libreta.

Primer pensamiento del domingo: los años 90 y puede que los 2000.


Los nuevos años 20 nos incitan a mirar el móvil y sus ancladas rrss al despertar. Es peor que cualquier droga temida en los 90 a la puerta del colegio por un señor del saco que te quiere llevar. Pero nadie dice nada.


Inciso, mientras escribo en la libreta, en la mesita junto a la ventana, observo un opilión. Los opiliones son comúnmente conocidos como “patilargas” y no es una araña aunque forma parte de los arácnidos – si no recuerdo mal –, pero mi admiración por las arañas mejor la explico otro día. Este que veo baja de la ventana, se posa en la mesa y sigue hacia abajo de camino. Me gusta la confianza que ha surgido entre nosotros. Lo observo: desciende y tira hacia arriba de un mosquito que se ha enganchado en su tela. Este bicho me cae muy bien y,  por ende, todos los que son como él.


Intento mantener la ira matutina calmada pero pido silencio. Me lo pido a mí y a mis mocos. Como decía, esclavos de los nuevos 20, entro en twitter y veo una publicación de Ana Milán, algo así como “di algo que recuerdes de la juventud pero que los jóvenes no entiendan”.


Me acuerdo del teléfono de ruleta que de cría aprendí a marcar, si te equivocabas volvías a empezar, como con el looper. Recuerdo cuando rebobinaba las cintas de cassette, incluso las vueltas exactas para volver a escuchar una canción entera. También cuando dejábamos rebobinadas las películas de VHS para la siguiente visión. Qué maravilla las tormentas en junio, tienen algo mágico. 


Cuando era más pequeña recuerdo la nieve con más frecuencia, últimamente nieva tan poco que parece que no sabemos qué hacer con ella, la llamamos por un nombre y no sabemos vivir. Recuerdo esos paseos como los más felices de este año, ese frío que te llega dentro, pisar con cuidado y firmeza, escuchar el crujido y recordar aquellos pueblos que tienen las casas y calles preparadas para la nieve con barandillas y el suelo con pequeñas rajas en el suelo (no recuerdo su nombre).


En los 90 era pequeña, a duras penas entendía lo que era morirse pero en los 2000, cuando comenzaba a filosofar internamente o a forjar mis principios, no me daba cuenta de lo positivo que era tener una vida lenta de rrss o comunicación.


Si ya iba a tope entre el instituto y el conservatorio, no imagino una adolescencia con luchas de las popus contra margis frikis en Instagram. Tendría bloqueada a media clase. Yo era de las margis con una popu archienemiga. Y no era margi porque me marginasen, sino porque sentía que no encajaba con su forma, ni sus bromas, ni sus hacer la pelota a los profes, ni sus aires de intelectuales aplicados cuando hacían preguntas tan absurdas como por qué sustituir en una fórmula la aceleración donde ponía “a”.


En los nuevos 20 he comprendido que echo de menos aquella época donde teníamos claro lo que íbamos a escribir en un 'sms', sabíamos que si llegabas tarde y pensaban que habías dado plantón y no tenías saldo tendrías que llamar desde una cabina.


¡Oh, cielos! ¿Te acuerdas de las cabinas? Ahora la gente ve una cabina y se hace una foto para Instagram porque o es 'mainstream' o están en un museo de dinosaurios.


También recuerdo de los 90 toda la ropa que odiaba que me pusieran y cómo sentía complejo porque todos los pantalones me quedaban pesqueros. Ahora están de moda. Ahora se lleva todo, no se metan conmigo cuando salga al escenario con un geranio en la cabeza. Pienso hacerlo. Nunca me gustaron los leotardos ni los vestidos de flores. ¡Joder, es que no me extraña que me acribillaran las avispas!



  • ¡Quítate de ahí, que si te caes te manchas!



Y adivina quién metió el trasero y su vestido de flores en un bidón de no sé si era aceite de coche o gasolina. Aprendí a mirar dónde pisaba porque si era un hormiguero no tardarían las piernas y los pies en picar. Bueno, tengo 30 y a veces se me olvida. En los 90 también aprendí a no jugar con piedras amontonadas o con ladrillos si no quería que me picasen como mínimo 5 avispas. También, por falta de información y alergias a picaduras de mosquitos, desarrollé una fobia aprendida a las arañas. Quizás en estos nuevos 20 he aprendido algo nuevo: a respetarlas, admirarlas, quererlas e incluso convivir y hablar con ellas. 


Como decía antes, echo de menos aquella lentitud de vida. Mientras que mis compañeros de clase adolescentes ya comenzaban a tener internet, yo era de las que iba a un ciber una hora para buscar información para trabajos de instituto con un disquette, esa cosa cuadrada que se utilizaba como ahora un pendrive. Iba a la biblioteca y como no teníamos ni móvil con cámara, sacábamos libros y hacíamos fotocopias de las páginas requeridas o incluso de recortes de periódico. No recuerdo en qué curso del instituto nos mandarían analizar un artículo, este me revolvió por dentro e hizo que fuera más consciente del mundo en el que vivimos. En dicho artículo, que vi hace meses guardado aún en una carpeta, hablaban de la explotación infantil en las minas de coltán. Gracias al coltán tenemos todos los dispositivos electrónicos que nos facilitan esta nueva era al primer mundo. Hay muchas cosas que no me gustan de la 'manzanita', pero cuando vi que un 'androide' se me moría al cabo de un año decidí cambiarme y voy a hacer 4 años con él, con la misma chatarra de móvil. Si no necesitase tecnología alguna para grabar y tocar, reconozco que tendría un teléfono fijo y ni un cacharro más. Yo con libros y discos soy feliz, con instrumentos acústicos... Cada vez que he de pensar en tecnología que adquirir me acuerdo de ese artículo. Fue un click muy importante para mí. En el artículo explicaban cómo introducían a niños en las minas de coltán porque eran muy pequeñas y apenas cabían niños de 3 o 4 años, o poco más. Y en caso de derrumbe nadie rescataba sus cuerpos. Jamás volví a saber del tema, ni a contrastar la información. Supongo que pasa como en tantos otros temas: que se tapan para que la gente viva feliz en su burbuja, de puta madre y sin ningún tipo de conciencia.


Mi abuela siempre me decía, porque era muy comisqui:


  • ¡No dejes nada en el plato! Que hay mucha gente muriéndose de hambre por solo lo que te llevas a la boca con un tenedor...


También recuerdo de aquellos 2000 el sonido de la radiofórmula comercial, parece que hoy en día la música urbana independiente tiene una misma búsqueda paralela. Es algo que se me escapa cómo explicar, pero mis oídos perciben ese click en las mezclas, melodías y texturas. 


Antes de que existieran las rrss era super normal buscar en las páginas blancas el número de casa de alguien, en función de sus apellidos y calle indicada, además. No sé si siguen existiendo las páginas blancas como tal, pero hoy en día me parece aterrador y una falta de privacidad enorme. Como se dice ahora, es “creepy”.


No me gusta la idea de aparecer en una tarjeta de buzón. De adolescente un día me vino mi madre a la habitación con el fijo inalámbrico.


  • Te llama tu amiga Eme.

  • Yo no tengo ninguna amiga que se llame Eme.



Cojo el teléfono, me había llamado una empollona del instituto, a mí, que iba con pintas de gótica y pisaba poco por clase de puro aburrimiento. La tía me llamaba porque no sabía resolver un ejercicio de Física con 2 ecuaciones. Aquel “dilema” de que para llegar a una incógnita (magnitud) había dos incógnitas y necesitabas otra fórmula más simple antes para calcular la que faltaba en la segunda ecuación. Joder, esos ejercicios de física del bachillerato en concreto eran una auténtica chorrada. Había temario más complejo. Que nos costasen las matemáticas, entender los conceptos de integrales y saber resolverlas, pase. Pero esos ejercicios... En fin, cada uno tiene sus facilidades, mi talón de Aquiles es la memoria, nunca tuve ese don. Si no lo entendía, agur. Bueno, que me voy del tema. Aquella chica había buscado mi teléfono o pedido a saberse a quién. En esta última década, en Zaragoza, descubrí lo insegura que llegué a sentirme cuando algunas personas sin relación íntima conmigo me escribían en rrss por privado que sabían dónde vivía porque me habían visto entrar en el portal, o que sabían quiénes eran mis amigos y cotilleaban de mala manera. Dejé de subir fotos con amigos. Me dediqué de lleno a disfrutar de los momentos y a no tener el móvil en la mesa, igual que para comer.


Cuando tocaba en garitos y no aprovechaba rrss para publicar lo que hacía disfrutaba más del respeto de las personas. Siempre añoraré vivir sin televisión ni internet en un ático o en una casa llena de libros y olor a madera. Cuando se acercaban a mí después de tocar a decir si les gustaba o preguntar algo, ese respeto por no invadir el espacio... Hoy en día en rrss das la mano y te cogen el brazo, antes incluso me resultaba incómodo el excesivo respeto de algunas personas al acercarse. Joder, ni que fuera Bunbury.


También recuerdo que tras un concierto, un señor me vino a dar una crónica con comillas en un folio. Me insistió en que lo leyera cuando estuviera tranquila en casa. Mi sorpresa y cabreo llegó cuando lo leí en casa, en compañía de mi pareja de entonces. Aquello no era una crónica sino una crítica. “Todo muy bonito y muy bien pero tocas unas guitarras muy simples”. En aquella época comenzaba a tocar versiones de Boza y aquellas guitarras aparentemente simples tenían juegos majos de cuerdas con púas y dedos. Lo que más me enfadó en aquel momento fue que un tipejo me entregase un folio con su “crónica” cuando en realidad era una crítica. En estos tiempos probablemente nadie te daría una crónica por folio, sería más probable que hicieran una publicación en rrss o bien de adoración o simplemente de odio acribillando. En aquella “crónica” recibí de mis primeros mazazos machistas.


Tenía dinámica, afinaba bien, me expresaba, metía mi piel en cada letra y las sufría y transmitía. Y me fijaba muchísimo en el sonido de mi guitarra. Había estudiado 10 años de conservatorio y sabía perfectamente cómo había que ir ensayando por partes y autocriticarme, a veces lo hacía de una forma nada sana además y aún sigo luchando por cambiarlo. En aquel momento sentí una punzada. ¿Cuántos tíos hay que cantan fatal y tocan la guitarra desafinada con el ritmo de las canciones de misa y canciones típicas de los 40 criminales que son alabados? En aquellos momentos comencé a ser consciente de que aunque diera hasta mi corazón en la mano a cada persona del público cantando canciones mías con historias reales, sería juzgada y mirada con lupa por ser mujer.


También recuerdo el día que estrené una canción mía, “Metamorfosis”. Expliqué que cuando la escribí no sabía bien lo que quería decir, hasta que fue pasando el tiempo y fui puliendo la letra y melodía del estribillo. Terminé de tocarla y bajé del escenario. No faltó el típico comentario a voces de un pene con patas:


  • ¡¡Es imposible que esta canción sea de esta chica!!


Pues lo fue, es mía, y 5 años después te lo respondo, aunque no estés leyendo esto porque no sé ni quién eres. Y en aquel entonces aquella voz me comió, me hizo sentir pequeña y comenzó a generarme muchísima inseguridad y el famoso síndrome del impostor. Mi canción había quedado tan pulida y hablaba tan claramente de la vejez y perderse la vida que a ese señor le parecía imposible que una zagala de veintipocos hubiera escrito aquello. 


No me gusta la tecnología actual ni muchas de las maneras fuera de la ética que a veces tenemos. Lo que sí me gusta de esta nueva era es el nuevo despertar feminista. Y luchar por nuestros derechos. ¡Ya está bien de tanto ninguneo! ¡¡Joder!! A día de hoy sigo aguantando chapas y leccioncitas de sonido (que es lo que estudié y sigo repasando, practicando y trabajando con mis proyectos) a modo paternal. Oye, que no seré ninguna crack produciendo discazos, pero sé grabar y mezclar hasta donde me llegan las manos y los oídos. Aún hay gente que cree que no sé lo que es un cable de línea, jack, un XLR o una DI. Apuffff.


A mí aprender siempre me ha flipado y ya tengo amigos con los que comentar dudas y pedirles consejos porque sé que pilotan más y me ayudan con todo su cariño. Debe ser que hay mucho pene con complejo de inferioridad y necesita ningunear a las mujeres para sobresalir.


Hará como 15 años que me presenté a la Joven Orquesta de Castilla y León por segunda vez, pasé de quedar como suplente el primer año a quedar la primera con un sobresaliente. No voy a estar toda la vida recordando aquel logro, como me dice un buen amigo “el pasado ya fue”. Hay que currarse el presente. Todo lo que sube es muy fácil que baje o se pare, se pierda, se olvide hasta para uno mismo. Hay que currar mucho para mantenerse, no solo para crecer. Los seguidores en rrss no significan nada, tu calidad no depende del público al que llegues, ni si tienes muchos seguidores o muchos bots. El mundo ha cambiado, ya lo sé, parece que si no tienes una ventana donde exponerte no existes. Pero solo se toca mejor echándole horas con cabeza y disfrutándolo. No vamos a tocar o cantar mejor por ciencia infusa o porque nos lo diga el horóscopo. Nos vamos a encontrar mil noes por el camino, de gente lejana y cercana, apartémoslos y sigamos adelante. Si nosotros mismos no le damos mimo a nuestros proyectos personales, ¿quién lo va a hacer? Nadie va a venir a salvarnos.


Feliz semana.

miércoles, 9 de junio de 2021

II: Copa menstrual

Pensamientos domingueros es eso, ¿qué se te pasa por la cabeza un domingo por la mañana?




A mí, en esta ocasión, compartir en Instagram una foto de mi copa menstrual, mientras la hervía para desinfectarla. En ese momento y por varias razones, sentí que debía explicar que yo tengo un cazo a parte y un utensilio para poder cogerla sin quemarme. Supongo que, de alguna manera esa inseguridad de "¿estarán pensando que es el mismo cazo que utilizo para hervir otros alimentos?" me hacía un tintineo constante en el cerebro.


La verdad es que desde que comencé con la copa hace unos años, no recuerdo si fue en 2016 o un año colindante, me compré un cazo específico para eso y un utensilio con el que poder recogerlo. Las amigas con las que hablaba acerca de la copa coincidían conmigo en que por higiene debía ser así, por aquel entonces, y además me lo comentaron en la farmacia donde la compré.


Mi mayor sorpresa fue cuando Cris, una grandísima cantante, me comentó por privado que ella no se había planteado utilizar otro cazo. Al fin y al cabo la copa entra prelavada y solo para poderla hervir. Con lo cuál, si solo utilizas el cazo para hervir, ¿qué problema había?


Más adelante, a lo largo del día, también me escribió mi fisio y me comentó lo que le había dicho una profesora de máster -si no recuerdo mal experta en ginecología-, que realmente lavándola bien con agua y jabón y luego poniéndola a hervir no había que ser tan quisquilloso con el recipiente donde hervirla. Volviendo al mismo redil, si todo lo que hierve mata bacterias y demás posibles residuos, ¿qué problema había?


Se repite la pregunta y la respuesta es la misma: ninguno.


Me dispuse a preguntar entre seguidores de instagram, aquellas personas que tenemos la mentruación... ¿Usáis otro cazo a parte o no os planteáis utilizar otro por las razones obvias de lo que supone hervir?
La gran mayoría, para mi sorpresa, fue que no se planteaban utilizar otro cazo a parte, aunque sí hubo personas que como en mi posición utilizan otro específico solo para eso.


Mi planteamiento inicial no era realmente por lo que se pueda pensar de primera impresión: ingerir alimentos del mismo cazo donde se ha hervido la copa. No, sin duda lo que me llevó a aquel pensamiento fue la recomendación de la farmacia y las charlas con amigas hace años, pero no por tener ningún tipo de escrúpulo a la hora de comer. Sin duda alguna, nuestras razones eran mantener la mayor higiene posible en lo que se refiere a nuestra salud con la menstruación, a no tener ni la más mínima duda de que la copa entraba en nuestro cuerpo sin estar totalmente esterilizada y manipulada con las manos limpias.


Puede que a muchas personas les pueda dar cierto reparo el contacto con la sangre, pero al fin y al cabo es nuestra sangre. Debería darnos asco la sangre que produce la violencia, pero no la nuestra, la cíclica.


Con una última duda sobre esto, decidí preguntarle a un amigo mío médico y su respuesta fue que estaba tan obtuso como yo: él no veía razón alguna para utilizar un cazo a parte, salvo algún tipo de enfermedad de transmisión por fluidos y mayores cuidados, más aún si el uso del cazo era exclusivamente para hervir. No encontró razón alguna para utilizar otro cazo, salvo por nuestras propias elecciones con la higiene.


Con todo esto me replanteé cuántas veces nos hace falta ver algo cotidiano y observarlo desde otro prisma. Desaprender. No saco ninguna conclusión, es correcto usar un mismo cazo para todo y también es correcto usar otro para eso exclusivamente como si fuera tu propio ejercicio. No consigo elegir, pero sí desaprender cosas como que no se deba usar el mismo cazo. Por supuesto que sí, se puede. Y no pasa nada.


Este domingo ha sido otro día aleatorio, aunque estos pensamientos surgieron en domingo, que para eso son domingueros. Últimamente las semanas se me pasan rápido, extrañas, mi concentración y mi ánimo va como una montaña rusa y los duelos cada día se me hacen más extraños. Pero esos pensamientos fluirán el domingo, de verdad. Esperemos que
encuentre aquella paz y concentración que tenía en mi ansiada soledad y silencio.

40. La pantomima de la cuerda.

 La pantomima de la cuerda: Cuando no sabes si estás trepando o si tiras de ella hacia arriba con un peso atado. Si trepas, vas viendo mover...