domingo, 12 de septiembre de 2021

13. Los gatos.

 Esta soledad no es tal cuando los gatos se acercan a mí. Es curioso porque son callejeros, salvajes y no se dejan tocar. Sin embargo, toleran mi presencia cerca.




El primer gato en el que me fijé fue uno negro, apareció poco después de mayo, es pequeño y de ojos verdes, siempre pulula cuando yo salgo fuera a que me de el aire al final de la tarde. Nunca fuerzo la mirada ni me acerco demasiado, sólo disfruto de sus visitas. Estos dos últimos días me río bajito cuando al regar las plantas con una manguerita se entretiene jugando con ella, debe pensar que es un animal con vida propia al moverse cuando tiro de ella. El gato negro me despierta ternura, le llamo Gato.



Hay otro gato más grande, es blanco y negro, este se suele acercar a mí con más proximidad que el negro pero tampoco busca caricias, hacemos breve contacto visual y no se inmuta cuando paso al lado. Un día de esos en los que estaba perfectamente aburrida y no me salía nada (ni leer, ni escribir, ni grabar...) me dediqué a observarle por la ventana. Estaba bajo las sombras de árboles, un rato tumbado, otro sentado, mirando hacia arriba, mirando hacia los lados, como si estuviera esperando a alguien durante horas, con la paciencia de un monje budista que disfruta de la capacidad de estar presente, ni siquiera de ser. Volvía de comer algo y resulta que estaba sentado como de costumbre, apoyado en el trasero sobre una piedra rectangular. El Filósofo le llamo, desde aquel día.



Otro día vi una gata recién parida, se le notaba en las mamas y su piel flácida y estirada, tenía unos tres gatitos pequeños rondando. Decidí no acercarme por no hacerle moverlos de sitio a la madre, pero creo que igualmente no dio resultado. Ella es huidiza, se nota mucho su instinto protector, en cambio, otra actitud completamente diferente me sorprendió ayer.



Estaba comiendo en la salita cuando de repente escuché un maullido de un pequeño felino. Miré a la ventana, un pequeño gatito maullaba y miraba por la ventana, quise hacerle una foto pero reculó rápido hacia atrás. Abrí la ventana y observé a una madre que me miraba fijamente con el cuerpo sentado y tranquilo, y los dos gatitos con ella, mirándome tranquilos. Supuse que querían comida pero no tenía ni un cacho de pan para darles. Se me hizo muy raro, es la primera vez que una gata se me acerca con sus cachorros, no he sabido adivinar si querían comida o era una forma de decirme que necesitaban ayuda, no conseguí comprenderlo en el momento.



A veces me da por soñar despierta que Lía se comunica con todos los gatos y me los manda para que me cuiden, tal vez simplemente es que les transmito confianza o en definitiva, quizás sea la loca de los gatos ya a los treinta años, nunca se sabe...



La conclusión de hoy, domingo, sin duda es que esos gatitos querían entrar a cazar un ratón. Hoy me he encontrado un aroma fétido en una habitación donde nunca entro, iba a limpiar y ventilar y me ha costado 2 horas encontrar a un ratón muerto. Horas más tarde, mientras comía y escuchaba un audio de una persona que ha reaparecido en mi vida a la vez que el ratón muerto, vi otro pequeño y vivo. 



Al pobre iba a echarlo por la puerta con el recogedor, acabé aplastándole sin ser esa mi intención, escuché su chillido cuando era demasiado tarde. Había pensado mucho en los motivos por los que había desaparecido esta persona y, aunque podía intuir una razón de peso, dejé marcharla en mis recuerdos. Al volver a tener contacto conmigo y coincidir un ratón muerto y otro vivo el mismo día, llevo todo el domingo cansada y con sueño, sin llegar a ninguna conclusión, pero pensando en si realmente se esconde una metáfora detrás de todo esto.


También se me ha roto la fregona.



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