Aún no comprendo bien cómo avanza mi estado extraño de agotamiento y sueño cada dos por tres, sin duda alguna a mí este otoño me ha llegado como una plancha... Me pregunto si se pasará pronto...
Estoy escuchando esta canción.
Lo que me ha conseguido atrapar el día lo he suplido limpiando. Me he acordado mucho de que cuando vivía en Zaragoza, sin saber que ese estado incómodo que me venía se llamaba ansiedad, me ponía a limpiar la casa como una patena como ejercicio de relajación.
Verlo todo limpio y ese olor a semana a estrenar me calmaba mucho. Por la mañana disfruté mucho de la tormenta y la lluvia unos días atrás. Desperté a las seis de la mañana bajo los truenos amables, tanto me apaciguaron que me quedé dormida un par de horas más. La oscuridad ayuda mucho en el día para dormitar cuando la noche no te permite caer rendida...
Hoy no me apetecía cocinar, así que como nunca hago alubias decidí abrir un bote, creo que mañana haré un revuelto de patatas con acelgas. Sin más dilación, hablando de lo absurdo que a veces me resulta el tiempo que dedico a cocinar e ingerir alimentos y a masticarlos como bien argumentaba Beatriz Montañez en Niadela y la pereza al acto de masticar, me dispongo a seguir con este pensamiento dominguero.
Esta tarde me he cansado de estar conmigo misma, rara vez me ocurre, pero veo necesario saber estar contigo mismo incluso cuando no te soportas. No siempre las cosas nos salen como y cuando queremos, no, es lo que hay. Así que en un atropello por querer quitar algo de polvo he sacado unos bancos de plástico afuera y los he limpiado a golpe de chorro de agua. Nunca te fíes de tu vista, sigue tu instinto: esa araña que parece muerta no lo está, está muriendo pero no está muerta así que si ves que es una araña reclusa parda ni se te ocurra retirarla con las manos. No lo he hecho, no hay drama. He abierto una puerta que nunca se abre, de esas que tienen una pequeña apertura para que la puerta se haga más grande, he pasado la fregona y aquello que parecía otra reclusa parda tampoco estaba muerta, hoy he visto tres.
Mi autoterapia a veces consiste en cambiar las cosas de orden y limpiar, hace años pensé que tenía un problema con la limpieza, me decía una amiga “tía, tienes que parar, hay vida ahí fuera para ti”. En aquellos momentos comencé a darme cuenta de que la obsesión no era con la limpieza sino con la paz que ésta me producía.
Empecé a vivir, a leer un montón de libros, a salir y pasarlo bien y a limpiar lo justo y necesario. Con esto solo quiero hacer una pequeña reflexión acerca de la naturalidad que tenemos de observar una obsesión o algo parecido como un problema cuando en realidad el problema subyace en otro motivo, en otra razón, en otro problema que incluso no somos capaces de ver, simplemente lo obviamos o no queremos verlo.
“Hoy dejé que la tormenta me limpiase por dentro respirando su olor.
Hoy dejé que el día me permitiera echar de menos recibir un correo.
Hoy dejé que el hastío y el tiempo perdido me llenara por dentro.
Hoy dejé que las llaves pasaran el día dentro del bolsillo.
Hoy las palabras no me parecieron tan interesantes como el silencio.”
Pasamos el día usando palabras que sobran, pasamos el día pensando con palabras que estorban, pasamos el día con un idioma que de haber desconocido bastaría con alimentarse, dormir y hacer trueques... A veces el silencio basta, el silencio sana, por eso existe la meditación, traemos al presente el pasado más lejano, el origen más certero.
Hoy vuelvo al silencio, porque el silencio cura.
Bendito y maravilloso silencio mientras escucho las teclas de la máquina de escribir...
Bendito silencio, bendita tú eres entre todas las personas que me leen. Bendita natura que sana con su sonido y su olor, bendita madre tierra que alberga la vida y la muerte, porque la vida es así: una línea que comienza y llega a su fin.
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